Un
disparo
directo
a la cabeza
sin
rodeos, a quemarropa.
¿A
quién le importaría, acaso,
que
una vida grandiosa
se
haga cenizas?
Y
¿quién tendría en cuenta
que
las cenizas
fertilizan
el suelo de la flor?
Una
bala y un sueño
que
se sangra
y
un niño que despierta
y
la inocencia de un niño
que
se hace omnipotente.
Y
todos los detalles que se descuidan
al
gatillar un arma,
todas
las coartadas
que
sentencian al verdugo
siempre.
El
perdón es privilegio
de
los seres grandes.
Un
disparo
abrir
los ojos
de
su incertidumbre
despabilar
el corazón
de
su letanía, su somnolencia.
Volver
a ser
la
paja en el ojo del tirano
la
piedra atragantada
el
veneno que no fulmina.
Una
bala nos basta
como
distancia
es
el puente ficticio
entre
el resentimiento
y
el amor al hombre.
El
insondable puente
que
hace la diferencia
entre
mis sueños simples
y
tus noches infames.
… una
bala.
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