Cuando
la madrugada
te
golpea la cara
hueles
cierta humedad
del
llanto hecho cenizas
que
había quedado,
testigo
mudo
de
los tiempos impunes,
estrategia
del alma mutilada
señal
del infame letargo
en
que todas esas humanidades,
tú
sabes, sencillamente sucedieron.
ahí
es cuando respiras,
empañando
el vidrio de la ventana
de
tu casa alquilada
y
rompes el continuo
con
un dedo.
Sabes
que la fragilidad
es
común a todos
pero
solo unos pocos
lo
supieron.
No
transcurren en el ritual
más
que algunos minutos.
Es
suficiente eternidad
suspendida
en un punto,
minúsculo,
del
recuerdo.
Suficiente
dolor para volver a andar
las
viejas muertes que sobreviviste
en
un lento destierro.
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