Es
la muerte
en
tu retina
colmada
de cristales,
en
la yema de tus dedos
en
tu almohada.
Esas
mujeres eran tus mujeres
esos
hombres eran tus hermanos.
Cuando
golpeaste
amorataste
la carne
escondiste
la llave
apagaste
la luz
cerraste
las persianas
hipotecaste
futuros:
eran
niños
los
ojos que cerraste.
Niños
jugando,
como
tú a ser títere,
ellos
a liberarse...
Es
la muerte
y
sus posibilidades
siempre
unívocas
de
inventar confesiones
extender
la sentencia
generar
vacíos
nombrar
soledades
añadir
eslabones
dejar
marcas
acabar
con lo vivo.
Es
la muerte
el
opio que fumaste
el
monstruo que te apega
cada
día, a tu vida miserable.
Tus
cómplices intentan
allanarte
el camino
disipar
las preguntas
desteñir
la memoria.
Tus
bufones ensayan
nuevas
piruetas
visten
los mismos trajes
para
que todo el resto
de
nosotros
desista
de
enfrentarte a la muerte
la
muerte que creaste.
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