Él
era aire.
Su
sonrisa
una
mueca de estrellas
que
ampliamente se abría
repentinamente
se cerraba
deborándose
el mundo.
Él
era aire y así
en
el aire
se
difundió su ser
y
lo respiro.
Él
era agua.
Sus
ojos, el océano
pobladísimo
de mágicas historias
que
la profundidad guardaba
celosamente.
Yo
aprendí a nadar, a sumergirme
en
su salada existencia.
Y
la bebo.
Él
era fuego.
Fuego
primitivo
que
excéntricos dragornes
jugaban
a poseer.
Vida
y muerte.
Fuego
que abriga.
Y
yo lo cuido.
Él
era tierra.
Selva
indígena
que
acunaba la vida
en
sus seno de hierbas.
El
ciclo interminable
ofreciendo
los frutos
que
yo digiero.
El
amor es la magnífica energía
que
mueve al tiempo
y
en su discurrir
funde
sus elementos.
Yo
sigo transitando
andando
por el mundo
a
veces en el aire en el agua
a
veces en las llamas
y
otras
como
un árbol más
alzándose
adherido
a la tierra
siempre
amando la vida.
Excelente!
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