lunes, 3 de junio de 2013

High anxiety

Alguna vez conocí a un hombre que volaba. Todos los hombres eran un poco de él y no se parecía a ninguno. En los ojos guardaba una cromografía casi perfecta del aire y en esa transparencia sutil bien se disimulaban los más viles pensamientos. Más cruel que cualquiera. Casi un mago, lograba mover los hilos de la angustia hasta la desesperación de otros seres con un leve giro de su voluntad.
Unas veces era un ave rapaz, las otras, gorrión en las jaulas del corazón de alguien.
Un hombre que volaba, cuando el resto del mundo se postraba de rodillas en función de la fútil conveniencia de otros.
Podía ir y venir y estaba en todas partes. Sabiendo siempre qué decir para que cualquier otra verdad se desmoronara ante sus voces.
El mundo le quedaba chico y en sus manos toda circunstancia era maleable. Jamás pasaba desapercibido, las sombras de su cuerpo en el suelo se quedaban impregnadas en los colores, y era casi imposible no amarlo o detestarlo.
Un hombre que volaba más allá de lo imaginable, sabiendo hacerse espuma en el mar de la angustia, sabiendo hacerse mar, golpeando, en las escolleras de la intransigencia.
No sabía de miedos, puesto que vivía al filo del peligro, y cómo le gustaba jugar a las escondidas y encontradas con la soledad, ese verdugo.
Siempre dejando secuelas a su paso, dio muerte a aquellos que suponía demasiado astutos para sus artimañas y una dosis de perfecta estrategia a los que veía doblegarse ante el yugo de la realidad.
Se podría decir que a veces era un cristo en traje de mendigo, pero la misma mano que acaricia, apuñala.
Su único equipaje era una  mochila que llevaba en la espalda en la que cabía todo lo indispensable para hacer frente a las arbitrariedades y su único hogar era el mundo. Libre de esquemas y de estereotipos se volcaba al cauce de sus ideas, siendo que ninguna cosa, salvo él, era importante.
Un hombre que volaba; sobrevolaba los terrenos del bajo fondo de la realidad, descendiéndose, hasta ser casi un reptil en ese fango. Hurtándole cada vestigio de noble sentimiento a los corazones moribundos.
Multifacético, era todo lo necesario en función de las circunstancias y despiadado reía la inocencia de otros. Hijo del caos, no desconocía las trincheras en que el alma se acoraza y era el más feroz soldado en las batallas temporarias.
Un hombre que volaba en alas de la razón, no pactaba olvidos dentro de su cabeza. Rosa y espada, aliado y enemigo, ese hombre era fuego en los días de viento, y buscando ser el rey de la jungla actuaba a contramano, moviendo con sus ágiles dedos, los hilos de las marionetas. Jugaba limpio, en su nombre, sin embargo guardaba, la baraja de su ejecutorio sadismo, siempre en la manga. Todo lo hizo en su autista miseria, todo era posible en su credibilidad.
Un hombre que volaba expandido el pensamiento a los rincones más oscuros de la verdad, a los lugares más brillantes del corazón de todos. Un hombre que sabía disgregar el silencio en paredes del alma. Y sonreía casi divinamente en la agonía como en la gloria. Un místico en traje de cobarde.
Alguna vez conocí a un hombre que volaba, y que en vuelo retórico por las nubes densas de un humo que expiramos, se hizo lluvia al suelo árido y celoso, de una pasión. Volándose.


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